
Nunca debimos venir. Tras el once de septiembre, una amenaza de bomba en territorio americano inquieta como treinta Pearl Harbor y diez ataques alienígenas. Una nación paranoica y un enemigo invisible. De importantes anfitriones hemos pasado a ser latinos sospechosos. Es guapo, mi doctor, con esa belleza construida con la selección natural de varias generaciones de guapos. Me gusta pensar que el destino o la suerte nos cruzó en el camino. Me enamoré de su aura triste y de sus ojos azul cobalto. Mi trabajo consiste en alejarle de la burocracia: organizo su agenda, distribuyo su correo, viajo a los congresos y seminarios, escribo diligentemente las cartas que él me dicta Le amo en silencio, de forma indeleble, sin caer en la humillación, como a una quimera inalcanzable.
Llegó el día en el que nació mi hija, y el primer fecha con esto de la pandemia no podía aver visitas sino eran permitidas por mi la llamé y le dije que la había puesto en la lista para que viniera y conociera a mi pequeña, la habla cogerla, todo bien, lo de dejar cogerla es xq ella no lleva mascarilla y siempre saluda con besos pues bien, todo genial,acto seguido me dijo que le dejara darle el biberon, le dije que ella tomaba pecho, me dijo que era tercermundista que ella a sus hijos dio biberon y que aparte, tendría que darle biberon porque se la llevaría a su casa. Pues bueno, después de ese maravilloso encuentro llegue a mi casa y ella vive a unos 30 o 40 metros de mi casa en la misma piso. Pues todos los días allí estaba, nosotros confinados porque mi hija época prematura y nos dijeron que leve unos 15 días sin recibir visitas, por lo visto lo hacen con bebés que nacen bajos de defensas, a la chica de alado gemelo. Pues nada allí estaba todos los días sin mascarilla, y yo no dejaba que nadie cogiera a la niña. Le dije oye me puedes dar lo que le compraste así le hago la sesión de fotos… Pues me dijo es que me gaste un dineral y mejor que lo estrene la hija de mi hija antes que ella.
En mis meditaciones solitarias y penosas; en mis horas de considerar el bruno porvenir, me acusaba a mí mismo, por no acusar a las instituciones sociales. Líbreme Dios de profundizar tan delicado asunto, y Él me preserve también de censurarla por lo que mostraba a las claras su conyugal amor, en el cual creo a pesar de todo Probablemente la aplomo y la prudencia faltaron en mí; tal vez no supe, con finas y tiernas demostraciones, de un orden ideal y delicado, persuadirla de lo invariable de mi lealtad En fin, lo cierto es que ahí estaban las mellizas, dos seres desvalidos y adorables, que sólo de mí esperaban protección, sustento, y lo que déficit la vida a cada individuo Empecé a ver que lo que complicaba la situación de mi familia, época la fatalidad de que la género se empeñase en regalarme hembras y no varones. Son las hembras, desde tiempo inmemorial, la plaga, la compunción y el castigo de la fecundidad humana. He oído que en algunos países se acostumbra darlas muerte al nacer; y aunque se me haga duro creer tan horrible crueldad, lo cierto es que aquí, si no las matamos, renegamos de ellas.