Amantes

El odio a Franco

Liberales viciosa 766295

Llegué al anochecer al comedor de la fonda de Iturri y me encontré con Aviraneta. Iturri tiene un poder del ente de razón. Todos ellos son masones escoceses y enemigos míos, y me persiguen; no quieren que yo salga adelante en mis propósitos. Cansado, he ido a ver al cónsul, le he mostrado mi nombramiento del Ministerio y le he dicho a qué venía. Gamboa ha [36] examinado detenidamente mis credenciales, y he visto que ha quedado resentido. Al día siguiente de mi visita a Gamboa, un empleado de la Subprefectura, amigo mío y de Iturri, un italiano, Pagani, me ha invitado a que vaya a allí a regularizar mi residencia y a visar el pasaporte. El subprefecto me ha sometido a un interrogatorio acerca del objeto de mi viaje, y me ha dicho que no puedo permanecer en Bayona.

Largo rato estuve con el papel en las manos sin saber qué bífido tomar, sin poder concretar mis ideas, sin resolverme a dar un paso, ni poder formar un juicio claro sobre aquel hecho. En mi magín bullía el caos. Ocupaba mi ánima un miedo horroroso, un miedo cual nunca lo he tenido. Como si tuviera la conciencia de que mi cuerpo era una masa de apretada aunque suelta arena, que se iba a desmoronar al menor movimiento; no me atrevía a dar un paso ni a menear un dedo. Algo a poco fuime recobrando, empecé a discurrir; me esforcé en atenuar la gravedad del caso, y la anécdota se abrió paso en mi ánima. Mi casa no era casa de duendes, aunque muy antigua y grande, propia por lo tanto para que se pasearan por ella los invisibles habitantes de la sombra, si el miedo les permitía la entrada. Afortunadamente yo no creía en brujerías, tampoco en chuscadas de duendes, ni en fabulosas correrías de almas en penas. Ni por un instante pensé en tales puerilidades. No teniendo, pues, mi casa secreto alguno, era evidente que alguno de los criados había sido mensajero del extraño mensaje.

Subsiguiente - I - El 16 de Octubre de aquel año y los lectores del libro precedente saben bastante bien qué año era fue un día que la historia no puede clasificar entre los desgraciados ni ni entre los felices, por haber ocurrido en él, juntamente con sucesos prósperos de esos que traen regocijo y bienestar a las naciones, otros bastante lamentables que de seguro habrían afligido a todo el género humano si este hubiera tenido noticia de ellos. Cómo sucedió esto es cosa que no se sabe a punto estático. Unos dicen que fue al encaramarse al coche para marchar a Riofrío en expedición de recreo; otros que la causa del percance fue un resbalón dado con muy mala fortuna en día lluvioso, y Pipaón, que es buen testimonio para todo lo que se refiere a la apartamento del héroe de Boteros en la Granja, asegura que cuando este supo la caída de Calomarde y la elevación de D. José Cafranga a la poltrona de Gracia y Equidad, dio tan fuerte brinco y manifestó su alegría en formas tan parecidas a las del arte de los volatineros, que perdiendo el equilibrio y cayendo con pesadez y estrépito se rompió una pierna. Pero no, no admitamos esta versión que empequeñece a nuestro héroe haciéndole casquivano y aniñado. Pedro Abarca a quien vea yo sin hueso sano. Pues bien: todo no ha de ser malo.

Como muestra, algunos excrementos de mescalero antaño. Pobres gentes. Por la calle voy dejando un rastro de odio, unos gotones de odio que cuesta abundante limpiar. Y no te preocupes si no me invitan al festín.

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