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Index Enferm Gran ; Resumen Abstract Las enfermedades tienen sus propios ritmos que se van modificando a lo largo de los siglos; cada sociedad construye su forma de pensar y sentir las enfermedades. La interdependencia entre las condiciones biológicas y sociales de la vida civilizada, ha ocasionado que cada momento histórico viva de forma distinta la enfermedad. En los inicios del siglo XXI, el hombre post-moderno traslada la crisis de pensamiento vigente al campo de la salud, ello plantean tensiones que se hacen patentes en la forma de vivir y atender la enfermedad. Esta fuerza perturbadora puede actuar con necesidad fatal, siendo por tanto ineludible e invencible o puede actuar por azar o determinación contingente. Sólo en este segundo caso puede ser eficaz la intervención de la medicina. Tras la llegada del Imperio romano, la visión de la enfermedad sigue la visión griega expuesta hasta aquí. Para los griegos como hemos visto la enfermedad era la manifestación de un desequilibrio de la naturaleza. A diferencia de ello, para el pensamiento semita del antiguo testamento, la enfermedad era considerada como la sanción de un pecado, inflingida por el capricho o la venganza de Dios.

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la bajura del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de terror antes de caer vencido. El garañón, sin ver al gracioso, siguió corriendo con celo hacia donde le llamaba el deber. Toma en ella el alma un baño de pereza bienoliente de pesar y de deseo.

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